El número de pasajeros de las compañías de vuelos baratos no para de crecer: en enero de este año, 1,4 millones de viajeros aterrizaron en suelo español. Estas líneas representaron el 40,8 por ciento del conjunto de entradas por vía aérea y registraron un crecimiento del 33,9 por ciento respecto al mismo mes de 2007.
Jorge ya había elegido el destino con el que sorprendería a su mujer para pasar un romántico fin de semana del mes de diciembre del año 2006: Florencia (Italia), centro de la Toscana y cuna del Renacimiento. Un paraje perfecto para salir de la rutina y olvidar por unos días los problemas laborales. Jorge lo tenía todo organizado. Saldrían un viernes a las seis menos diez del aeropuerto de Valencia y aterrizarían unas horas después en Pisa, ciudad que visitarían hasta las diez de la noche. A esa hora cogerían un autobús, que ya habían contratado, para dirigirse a Florencia. “Todo lo hicimos por internet. En total eran unos 360 euros”. Sin embargo, nunca llegaron a tomar el vuelo ni a disfrutar de la Piazza della Repubblica Florentina.
“Una azafata de la compañía aérea Ryanair avisó unos segundos antes de embarcar, cuando incluso la facturación ya había finalizado, que el avión no podía salir por problemas ajenos a la voluntad de la compañía –recuerda Jorge Gisbert con cierto tono de indignación–. No nos decían ni cuánto retraso iba a haber, ni cuándo saldría el avión… ¡Nada! Pero lo que sí dijeron desde un principio es que ellos no se hacían cargo de ningún tipo de compensación”. Tras cuatro horas y media de retraso Jorge tuvo que suspender el viaje. “Ya no merecía la pena –apunta–. Si salíamos a las once de la noche, ya no cogeríamos el autobús que nos llevaría a Florencia, así que o pagábamos un taxi o nos quedábamos a dormir en un hotel en Pisa. Y nosotros lo que queríamos era disfrutar de Florencia desde primera hora del sábado. Total, que nos fastidiaron el viaje”.
Fuente: Interviu
lunes, 31 de marzo de 2008
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